La naturaleza nos está previniendo. Y quien avisa no es traidor, o por lo menos eso dicen. Desde que iniciamos el año 2010 no han cesado las catástrofes naturales.
El 12 de enero fue registrado un terremoto en Haití, de 7 grados con epicentro en Puerto Príncipe. El país quedó destrozado y se contabilizaron entre 45.000 y 50.000 muertos. El 27 de febrero otro fuerte seísmo tenía lugar en Concepción, Chile, con una magnitud de 8,8 grados en la escala de Ritcher. Provocó 486 muertos. El 4 de abril se registró un temblor de 7,2 en varias ciudades de la frontera oeste entre México y Estados Unidos. En este caso, dejó dos muertos, 233 heridos y cuantiosos daños. Ha tenidos 200 réplicas. El último ha tenido lugar el pasado 14 de abril en China, con una magnitud de 7,8 grados. Han muerto entre 3.000 y 5.000 personas.
Y la última pronunciación de la naturaleza ha ocurrido hace tan sólo unos días, el 13 de abril. Un volcán, situado bajo el glaciar Eyjafjalla, al sur de Islandia, entró en erupción después de 2 siglos inactivo. Ha provocado una nube de ceniza tan grande que ha provocado un verdadero caos aéreo en el centro y norte de Europa. Todavía hoy el volcán sigue escupiendo lava, aunque el volúmen de cenizas es menor.
¿Tendrán algún signifcado todos estos hechos? Debemos ser conscientes de que la naturaleza es dueña del planeta, y que nosotros somo meros transeúntes, puros visitantes, que decidimos intstalarnos en ella a lo largo de lo de nuestra vida. Pero la madre tierra nunca se marcha. Ella aguanta todas nuestras irresponsabilidades, y hay que entender que a veces se enfade. Deberíamos portarnos mejor y no dar tantos disgutso, porque somo simples humanos.
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