Hoy es uno de esos días que no sé que contar, que tengo la mente en blanco que no sé que escribir. O quizás sea lo contrario. Tengo tantas cosas en la cabeza que prefiero pensarlas, reflexionarlas para después poder expresarme mejor.
Sea como fuere, hoy es un de esos días en lo que os voy a hablar de tortugas. Es decir, os voy a hablar de algo banal para muchos, aunque quizás otros se sientan identificados. Hoy es un día especialmente complicado para los alérgicos. Yo soy una de ellos. LLevo todo el día estornudando, con picor en la nariz, los oídos entaponados y un enorme dolor de cabeza. ¡La primavera trompetera ya llegó!
Llevo tres noches sin poder dormir por culpa del picor de garganta. Esto sumado a las pesadillas, a la incomodidad de mi cama y a las patadas de mi hermano, las noche se están convirtiendo en un auténtico infierno. Y eso que todavía no he venido lo peor: la tos seca, la falta de respiración, el uso de los aerosoles...
No es agrado de nadie estar enfermo, no poder oler ni saborear nada, no poder pensar con claridad por culpa de la cabeza que parece que va a estallar. Aún así, prefiero ser yo la que pase por un mal momento, antes que cualquiera de las personas que quiero.
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