¡Qué rápido pasa el tiempo!, los años, la vida... Recuerdo cuándo era pequeña y estaba deseando cumplir dieciocho años, creía que era el paraíso, la libertad absoluta, poder salir y entrar cuando quisiera, tener independencia... ¡pero qué engañada estaba!
También recuerdo que cuando decía a la gente que quería tener 18 años todos me decían: "Una vez que cumplas la mayoría de edad los años se te van a ir volando". ¡Y qué sabia es la voz de la experiencia! Los años se me pasan como si fueran días, sin darme cuenta tan sólo me quedan unos meses para terminar 4º de carrera y entrar en mi último curso universitario, en el último curso de mi felicidad, de mi época con "no muchas responsabilidades". Dentro de unos años tendré que enfrentarme a la realidad.
¡Viva la vida de estudiante! Es una experiencia inolvidable. Conoces a mucha gente, compartes tus experiencias, conoces nuevas formas de pensar y de vivir, y además aprendes a ser independiente, autosuficiente (aunque papá y mamá nos manden dinero). Es una auténtica lección de vida.
Pero todo lo bueno se acaba, por mucho que intentemos aferrarnos a ello. La realidad siempre se cruza en tu camino y te demuestra que fuera de la facultad, de los viajes, de los amigos, de los exámenes y de las fiestas, se encuentra un mundo de dificultades, de zancadillas, de carrera a contrarreloj.
A pesar de esta visión tan pesimista, a veces tengo la necesidad de toparme de frente con esta nueva vida para ver cómo soy capaz de afrontarla. Hay que superar cualquier reto y sentirse orgulloso de uno mismo.
También recuerdo que cuando decía a la gente que quería tener 18 años todos me decían: "Una vez que cumplas la mayoría de edad los años se te van a ir volando". ¡Y qué sabia es la voz de la experiencia! Los años se me pasan como si fueran días, sin darme cuenta tan sólo me quedan unos meses para terminar 4º de carrera y entrar en mi último curso universitario, en el último curso de mi felicidad, de mi época con "no muchas responsabilidades". Dentro de unos años tendré que enfrentarme a la realidad.
¡Viva la vida de estudiante! Es una experiencia inolvidable. Conoces a mucha gente, compartes tus experiencias, conoces nuevas formas de pensar y de vivir, y además aprendes a ser independiente, autosuficiente (aunque papá y mamá nos manden dinero). Es una auténtica lección de vida.
Pero todo lo bueno se acaba, por mucho que intentemos aferrarnos a ello. La realidad siempre se cruza en tu camino y te demuestra que fuera de la facultad, de los viajes, de los amigos, de los exámenes y de las fiestas, se encuentra un mundo de dificultades, de zancadillas, de carrera a contrarreloj.
A pesar de esta visión tan pesimista, a veces tengo la necesidad de toparme de frente con esta nueva vida para ver cómo soy capaz de afrontarla. Hay que superar cualquier reto y sentirse orgulloso de uno mismo.
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