lunes, 3 de enero de 2011

Por una buena Infancia

Ella esperaba en la cama, tapada hasta la nariz, con el oído atento a cualquier ruido extraño. Sabía que pasaría, que de un momento a otro lo escucharía y pasaría la noche sin dormir. ¿Por qué? ¿Hasta cuándo? se preguntaba. ¿Por qué le había tocado a ella? Desde pequeña había escuchado que algunas personas nacen con estrella y otras estrelladas. Estaba claro que ella era una de las segundas. Pero construiré mi propia estrella, se aseguraba.

Entretanto, lo escuchó. Allí estaba, acababa de llegar. Eran las 4 de la madrugada cuando sintió las llaves en las puertas, los ruidos de los zapatos, ese olor inconfundible que le caracterizaba. Subió las escaleras lentamente, y cada escalón que alcanzaba era un segundo menos de paz para ella. LLegó a la habitación y cuando creía que se produciría lo inevitable, de pronto se hizo el silencio. No hubo quejas, ni reproches, ni malos modos. Aquella noche, simplemente, dormiría tranquila.

Todos los niños tienen derecho a una infancia feliz, a noches de sueño en paz y a momentos acogedores en su hogar. Todos los niños tienen derecho al amor de sus padres. Todos deberían tener unos buenos padres.